La
evolución política hacia el Estado-nación moderno europeo, observada con mayor
claridad a fines del siglo XV, ocurrió particularmente en la porción occidental
del continente, en la Francia de la dinastía Valois, la España de los Reyes Católicos
y la Inglaterra de los Tudor.
La
edad media había terminado. Al menos ese fue el convencimiento general de
Europa a finales del XV. Por supuesto, ignoraban que las secuelas de este
"tiempo medio" entre la edad de oro grecolatina y la nueva era del
humanismo se prolongaría unos cuantos siglos más. Pero lo cierto fue que entre
1475 y 1492 se concretaron procesos que se desarrollaban desde la década de
1320. Europa se recuperaba de una grave crisis general: las catástrofes de las
guerras, especialmente la de los Cien Años; las continuas pestes que dieron
muerte a una tercera parte de la población europea y sus inevitables
consecuencias económicas; el resurgimiento de los turcos y el desgarramiento de
la Iglesia con el Gran Cisma. El ámbito geográfico, la organización política y
la mentalidad cambiaron radicalmente en comparación con los primeros años del
siglo XIV.
Al
principio las naciones son, en gran medida, creaciones artificiales, puesto que
el rey unifica bajo su mando los territorios que puede dominar, sometiendo a la
nobleza rebelde.
Los
grandes Estados que van a dirigir la vida de Europa durante los siglos XVI,
XVII y XVIII, por ejemplo, España, Francia, e Inglaterra son ya naciones
gobernadas por monarquías autoritarias. Son pues los primeros Estados
“modernos”.
Surge
a la par del Estado moderno toda una justificación teórica y se
desarrolla el concepto de “política” para el período moderno. Dos posiciones
fundamentales hay en relación con la esencia del Estado. Para el marxismo el
Estado es desde sus orígenes un Estado opresor, un instrumento de dominación,
un mecanismo de la clase o clases dominantes para continuar apropiándose de los
medios de producción y sometiendo de esta manera, a las otras clases sociales.
Esta corriente de pensamiento destaca que el Estado es la expresión política de
la clase dominante; es el encargado de asegurar la permanencia de la estructura
económica en el marco de una delimitación territorial dada. El Estado en
consecuencia, es la expresión superestructural más clara de la división de la
sociedad en clases es el instrumento político de la clases opresoras, cuya
función básica consiste en mantener los sistemas de explotación imperantes.
Mientras
el expansionismo inundaba la conciencia de algunas naciones, en otras se rompía
con la tradición monárquica medieval: aparecieron y se consolidaron los
primeros estados nacionales. Hasta entonces el poder del rey estaba supeditado
a la nobleza y limitado por el alto clero, cuando no se encontraban los reinos
atomizados en numerosos feudos independientes. Ahora las monarquías entraban en
una etapa de centralización del poder. Uno de los primeros casos lo protagonizó
Castilla, el reino más grande y poderoso de la península ibérica. Desde la
formación de una conciencia nacional, buscó la unión con Aragón y Cataluña, lo
que se concretó con el matrimonio de Fernando e Isabel en 1469. En adelante, su
política fue la confiscación de tierras, la creación de un ejército y la
limitación de los derechos de las ciudades. Así se consolidó el poder real en
la Península, se controló el poder de los señores feudales y se ejerció presión
sobre los reinos más pequeños y débiles. La fase final sobrevino a partir de
1480, cuando se adelantó la guerra contra Granada, último reducto del Islam en
España.
Francia
estaba en posición de disputar la hegemonía con España, porque también a
finales del siglo XV se consolidó como potencia. Terminada la guerra de los
Cien Años contra Inglaterra en 1453, Francia había quedado devastada, arruinada
en su comercio y con varios ducados en manos de señores feudales, que no
querían someterse a la autoridad del rey. Luis XI inició la unificación al
conquistar el feudo rebelde más importante: el de Carlos el Temerario, duque de
Borgoña. La victoria le permitió anexarse también el Artois, la Picardía y el
condado Franco. Después, mediante herencias, logró el Maine, Anjou y Provenza.
Paralelamente desarrolló un comercio interior y exterior que beneficiaba la
Corona y también a la burguesía, que le había prestado apoyo. Más tarde se
incorporó la ciudad de Marsella, el trampolín para iniciar la conquista de
Italia y del Mediterráneo.
Un
tercer caso de consolidación nacional fue Inglaterra. Finalizada la guerra de
los Cien Años, estalló el conflicto de las Dos Rosas en 1455. Esta vez los
actores fueron dos ciudades que luchaban por el poder: York y Lancaster. La
dinastía de Lancaster tenía el respaldo de los señores feudales, mientras que
la casa de York actuaba con ayuda de una nobleza aventurada en el tráfico
comercial con productos agrícolas y ganado ovino. Después de treinta años, el
agotamiento militar, social y económico abrió campo a nueva dinastía: los
Tudor. Coronado en 1485, Enrique VII abrió el período de la reorganización del
reino. Su proyecto era impedir que otras familias ocuparan el puesto de las que
habían salido derrotadas de la guerra de las Dos Rosas: limitó las funciones y
el poder del Parlamento, cuyas actitudes continuaban siendo feudales. La
monarquía reemplazó el ordenamiento social y económico feudal.
ESTADO NACIÓN: EUROPA EN EL RENACIMIENTO
ESTADO NACIÓN: EUROPA EN EL RENACIMIENTO
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