sábado, 22 de agosto de 2015

Estado-nación siglo XVI en Inglaterra, Francia y España




La evolución política hacia el Estado-nación moderno europeo, observada con mayor claridad a fines del siglo XV, ocurrió particularmente en la porción occidental del continente, en la Francia de la dinastía Valois, la España de los Reyes Católicos y la Inglaterra de los Tudor.
La edad media había terminado. Al menos ese fue el convencimiento general de Europa a finales del XV. Por supuesto, ignoraban que las secuelas de este "tiempo medio" entre la edad de oro grecolatina y la nueva era del humanismo se prolongaría unos cuantos siglos más. Pero lo cierto fue que entre 1475 y 1492 se concretaron procesos que se desarrollaban desde la década de 1320. Europa se recuperaba de una grave crisis general: las catástrofes de las guerras, especialmente la de los Cien Años; las continuas pestes que dieron muerte a una tercera parte de la población europea y sus inevitables consecuencias económicas; el resurgimiento de los turcos y el desgarramiento de la Iglesia con el Gran Cisma. El ámbito geográfico, la organización política y la mentalidad cambiaron radicalmente en comparación con los primeros años del siglo XIV. 
Al principio las naciones son, en gran medida, creaciones artificiales, puesto que el rey unifica bajo su mando los territorios que puede dominar, sometiendo a la nobleza rebelde.
 Los grandes Estados que van a dirigir la vida de Europa durante los siglos XVI, XVII y XVIII, por ejemplo, España, Francia, e Inglaterra son ya naciones gobernadas por monarquías autoritarias. Son pues los primeros  Estados “modernos”.
Surge a la par del Estado moderno toda una justificación teórica y se desarrolla el concepto de “política” para el período moderno. Dos posiciones fundamentales hay en relación con la esencia del Estado. Para el marxismo el Estado es desde sus orígenes un Estado opresor, un instrumento de dominación, un mecanismo de la clase o clases dominantes para continuar apropiándose de los medios de producción y sometiendo de esta manera, a las otras clases sociales. Esta corriente de pensamiento destaca que el Estado es la expresión política de la clase dominante; es el encargado de asegurar la permanencia de la estructura económica en el marco de una delimitación territorial dada. El Estado en consecuencia, es la expresión superestructural más clara de la división de la sociedad en clases es el instrumento político de la clases opresoras, cuya función básica consiste en mantener los sistemas de explotación imperantes.
Mientras el expansionismo inundaba la conciencia de algunas naciones, en otras se rompía con la tradición monárquica medieval: aparecieron y se consolidaron los primeros estados nacionales. Hasta entonces el poder del rey estaba supeditado a la nobleza y limitado por el alto clero, cuando no se encontraban los reinos atomizados en numerosos feudos independientes. Ahora las monarquías entraban en una etapa de centralización del poder. Uno de los primeros casos lo protagonizó Castilla, el reino más grande y poderoso de la península ibérica. Desde la formación de una conciencia nacional, buscó la unión con Aragón y Cataluña, lo que se concretó con el matrimonio de Fernando e Isabel en 1469. En adelante, su política fue la confiscación de tierras, la creación de un ejército y la limitación de los derechos de las ciudades. Así se consolidó el poder real en la Península, se controló el poder de los señores feudales y se ejerció presión sobre los reinos más pequeños y débiles. La fase final sobrevino a partir de 1480, cuando se adelantó la guerra contra Granada, último reducto del Islam en España. 
 Francia estaba en posición de disputar la hegemonía con España, porque también a finales del siglo XV se consolidó como potencia. Terminada la guerra de los Cien Años contra Inglaterra en 1453, Francia había quedado devastada, arruinada en su comercio y con varios ducados en manos de señores feudales, que no querían someterse a la autoridad del rey. Luis XI inició la unificación al conquistar el feudo rebelde más importante: el de Carlos el Temerario, duque de Borgoña. La victoria le permitió anexarse también el Artois, la Picardía y el condado Franco. Después, mediante herencias, logró el Maine, Anjou y Provenza. Paralelamente desarrolló un comercio interior y exterior que beneficiaba la Corona y también a la burguesía, que le había prestado apoyo. Más tarde se incorporó la ciudad de Marsella, el trampolín para iniciar la conquista de Italia y del Mediterráneo.
Un tercer caso de consolidación nacional fue Inglaterra. Finalizada la guerra de los Cien Años, estalló el conflicto de las Dos Rosas en 1455. Esta vez los actores fueron dos ciudades que luchaban por el poder: York y Lancaster. La dinastía de Lancaster tenía el respaldo de los señores feudales, mientras que la casa de York actuaba con ayuda de una nobleza aventurada en el tráfico comercial con productos agrícolas y ganado ovino. Después de treinta años, el agotamiento militar, social y económico abrió campo a nueva dinastía: los Tudor. Coronado en 1485, Enrique VII abrió el período de la reorganización del reino. Su proyecto era impedir que otras familias ocuparan el puesto de las que habían salido derrotadas de la guerra de las Dos Rosas: limitó las funciones y el poder del Parlamento, cuyas actitudes continuaban siendo feudales. La monarquía reemplazó el ordenamiento social y económico feudal.  


ESTADO NACIÓN: EUROPA  EN EL RENACIMIENTO





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